Caprichos, la parte y el todo: Quique Sarzamora
"El retorno de la experiencia a través de la presencia es esencial."
En Caprichos, la parte y el todo, Quique Sarzamora nos invita a habitar el color como experiencia, como un territorio vivo que solo puede ser comprendido desde la cercanía, desde la inmersión total en la presencia física de la obra. Más que representación, su pintura es un campo de acción, un lugar donde lo visible y lo invisible dialogan, donde el gesto y el pigmento cuentan historias de crisis, afecto y sanación.
Cada lienzo es un proceso íntimo, una búsqueda de lo subterráneo, de lo que precede al instante creador. Sarzamora entiende la pintura como un lenguaje que empieza antes del primer trazo, antes del contacto del pincel con la superficie. Desde la disposición del soporte hasta la vibración del color sobre el lienzo, cada etapa es un intento por sacar a la luz lo que se oculta en las capas profundas del ser.
El resultado es una obra que se resiste a ser capturada en su totalidad por la mirada rápida o la reproducción fotográfica. Sus campos de color directos pero llenos de matices nos exigen desacelerar, afinar la percepción y prestar atención a lo mínimo, a lo que solo se revela en la experiencia compartida entre el cuadro y el cuerpo del espectador.
No hay narrativa única en estos caprichos cromáticos; en su lugar, Sarzamora construye un espacio abierto, lleno de tensión entre el azar y la intención, entre lo espontáneo y lo meditado. Como en la música improvisada, cada color encuentra su lugar en una composición fluida, donde las pequeñas variaciones —ese temblor apenas visible en la superficie— contienen toda la carga de lo vivido.
Caprichos, la parte y el todo, es un retorno a la pintura como acto vital, como exploración sensorial y emocional. El espectador no es un mero observador, sino un participante en la obra, alguien llamado a experimentar el presente sin filtros, a atravesar el color y dejarse transformar por él.
En las palabras de José Ángel Valente: "Se trata de ordenar estos datos dispersos." Sarzamora no busca resolver el enigma, sino trazar puentes entre fragmentos, entre los múltiples yoes que nos habitan y las múltiples realidades que podemos imaginar. Cada lienzo es, así, un capricho en el sentido más libre y pleno del término: un deseo de habitar la belleza del instante, de dar forma al caos, de inventar nuevos mundos a través del color.